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DE MUDÉJARES A MORISCOS: La Literatura Aljamiada como cultura de resistencia (El caso de la “Tafsîra


“Si el rey de la Conquista de Granada, [Fernando el Católico], no guarda fidelidad ¿ké aguardamos de Sus Sucesores?”

– Yuçe Venegas

En el presente estudio vamos a tratar los diez años siguientes a la Conquista de Granada, de cómo la población musulmana castellana y granadina vivió en primera persona el fin del llamado mudejarismo para pasar oficialmente en 1502 –por la pragmática de Cisneros- a ser cristianos nuevos “de moro” o moriscos.

En este caso hemos querido dar la voz a los vencidos, de quienes vivieron aquellos acontecimientos en primera línea.

La literatura aljamiada de esta época es un testimonio conmovedor, vivo y directo de esa desintegración cultural y religiosa de estos diez años finales del Islam en España y primeros años de la España Morisca.

  1. Un Islam en proceso de desintegración: Granada y Castilla.

Tras la caída de Granada, en 1492, los musulmanes conquistados se regían y sometían ahora por las llamadas “Capitulaciones”, firmadas entre Boadbil y los Reyes Católicos. Por medio de estos pactos, en Granada se estableció el mismo régimen mudéjar que se había ido implantando en el resto de España con el avance hacia el sur de la Reconquista: La morería o aljamas (del árabe “al-yama´a,”-la comunidad).

Los mudéjares sometidos al poder cristiano en Castilla se agrupaban desde hacía siglos en barrios llamados “morerías”; en los que había Mezquitas, baños árabes, carnicerías que hacían la matanza al estilo islámico y cementerios propios.

Ya entrado el siglo XV, comenzaron a regirse judicial y religiosamente por el libro codificado por Yça de Gebir llamado el “Breviario Sunní”. Además, el uso cada vez más restringido del árabe como lengua vernácula obligó a que comenzasen a circular ya por esta época las primeras versiones glosadas del Corán traducido del árabe al español escritas en alifato; es la llamada lengua aljamía o aljamiada (de al-yam´iyyah, lengua del pueblo o “extranjera”).

Poco a poco también comenzaron las primeras medidas restrictivas de vestimenta y comportamiento hacia los mudéjares así como de segregación para evitar parejas mixtas de cristianos viejos con judíos o musulmanes.

En Castilla, así lo recomendaba el Sínodo de Avila (1481): «Porque en algunos lugares, los judíos y moros deben ser conocidos entre los christianos en la diferencia del hábito» ya que por error (o amor verdadero) los «cristianos conocen judías y moras, y los moros y judíos, cristianas» y para que no haya excusa el sínodo establece «que de hoy en adelante todos los judíos y moros traygan señales, los judíos coloradas, según que es de costumbre, y los moros capuces amarillos con lunas azules, y las moras lunas de paño azul».

Años más tarde: Una bula de Sixto IV, del año 1484, trata del disgusto del pontífice por no cumplirse en España las normas sobre los judíos y los mudéjares, que por el texto parece indicar que vivían integrados e incluso vistiendo las mismas copas que sus congéneres cristianos viejos: «en los reinos de España, y sobre todo en la provincia de Andalucía, judíos y sarracenos viven mezclados y juntos con los cristianos y que visten la misma clase de trajes que estos»

1492, fue una añada de acontecimientos relevantes: el dos de enero se tomó Granada, a mediados de Julio se expulsó a los judíos, el once de agosto Rodrigo de Borja, un valenciano fue elegido Papa como Alejandro VI, el doce de octubre Colón tropezó con unas islas salvajes en las que descubrió que había oro y el quince de marzo de 1493 el Almirante estaba de vuelta en Palos.

Este cúmulo de sorpresas produjo un estado de euforia en las altas esferas del poder. Cuando la primera remesa de oro del Nuevo Mundo llegó a Roma, el Papa Alejandro VI fuera de sí por aquel sorprendente regalo, se apresuró a escribir a la Reina de Castilla para recordarle que en las Capitulaciones firmadas en Granada no se tomó en cuenta el “compromiso de cruzada” que, ella y su marido, habían firmado en el año 1479. Su obligación era pues, bautizar o expulsar a sus súbditos musulmanes y continuar reconquistando para Roma las diócesis africanas, hasta conseguir conquistar y cristianizar Meca y Medina. La orden pontificia llegó a finales de 1493.

Mientras tanto, en el antiguo reino nazarí, una suma de acontecimientos precipitó la inestabilidad política y social dentro de sus lindes: La marcha de Boabdil a tierras africanas (1493), el devastador Terremoto de Málaga y la Costa del Sol(1494), el fin de la Moratoria de 3 años (1492-1495), unos impuestos cada vez mas abusivos así como la incipiente desconfianza de las nuevas autoridades y repobladores cristianos frente a la mayoritaria comunidad mudéjar propiciaron un distanciamiento y el enfriamiento de las relaciones entre ambos grupos dando paso incluso a episodios de tensión social entre ellas[1].

En la Castilla de fines del XV se daba un fenómeno similar: Durante siglos la población había disminuido por las deportaciones (como la ocurrida en época de Alfonso X tras el levantamiento) o la emigración a Granada y al Magreb. Habrían entre 25.000 y 40.000 mudéjares en total, que vivían sobre todo en el Valle del Duero y La Rioja, en los señoríos de las grandes Órdenes Militares (Santiago y Calatrava) y Extremadura. En Andalucía hubo unos 2000-4000 de ellos. A estos pobladores mudéjares se les llamó durante siglos “moros de paz”.

Sin embargo, la convivencia existió más o menos ([2]) hasta que las Cortes en la segunda mitad del siglo XV impusieron cada vez más unas alcabalas abusivas así como un mayor control y presión sobre las morerías castellanas mediante la exigencia de normas de vestimenta y zonas de residencia aisladas de los cristianos. Asimismo, hubo una lucha interna de poder entre familias mudéjares por obtener el grado mayor al que podía aspirar uno de la comunidad: Alcalde Mayor de las aljamas de Castilla (qàdî al-qudat) frente al simple de alcalde de una población local. Dos familias, los Belvís,de origen aragonés y partidarios de Enrique IV, y los Xarafí, pro-Carrillo y pro-Isabel de Castilla se disputaron la cabeza de la comunidad mudéjar bajo el reinado de los RR.CC. y fueron reflejo de los sucesos bélicos interdinásticos que asolaban la Castilla de finales del siglo XV. Ambos clanes mantendrían una disputa de poderes a través de pleitos hasta una fecha tardía de 1492.

Todavía en estos años hay una relativa tolerancia entre mudéjares y cristianos viejos en Castilla, valga como ejemplo las obras de arquitectura mudéjar que se encargan a alarifes musulmanes. Por ejemplo, en Alcalá de Henares, Yusuf el Orejuno trabaja por encargo del Cardenal Cisneros la que será la hermosa techumbre mudéjar de la Sala de San Diego.

Otros casos interesantes en estos años finales del XV son los artesonados del Palacio de los Cárdenas en Ocaña (Toledo) y el de Santa María de Maluenda llevan la shahâda o profesión de fe (No hay Dios sino Alá. Mahoma es el enviado de Alá) en sus alfarjes diseñados por Yuça Adolmalih. Y hacia 1495, en el palacio de los Duques del Infantado de Guadalajara, artesanos y carpinteros toledanos cristianos, colaboran con el alarife local Mahomad Sillero en elaborar un par de techumbres con artesonados de madera.

En Granada, mientras tanto, el primer arzobispo de la ciudad, Hernando de Talavera, propone una evangelización hecha con rigor ([3]) pero pacífica basada en el acercamiento a los musulmanes mediante los debates, la traducción de la Biblia al árabe y el aprendizaje de esta lengua semítica por parte de los predicadores. Instituye un ritual de misa sincrético sustituyendo el latín por el árabe y el órgano y coro de iglesia por las zambras moriscas. Su faceta humana y su espiritualidad le hicieron ser conocido como el “Santo Alfaquí”. Sin embargo, su política de evangelización no tuvo los efectos deseados y cuando los RRCC visitan Granada en 1499 siguen viendo una ciudad más andalusí y musulmana que castellana y católica.

Esta circunstancia, además de la presión papal y del celo religioso del Cardenal Cisneros inauguran una nueva fase en la cristianización del Reino de Granada que será llevada cabo bajo coacciones y de una manera forzosa sin respetar las costumbres heredadas del pasado nazarí. Se despoja de su cargo a Hernando de Talavera, quien incluso será llevado ante la Inquisición a causa de sus antepasados judíos por línea materna y por su excesivo carácter permisivo a los mudéjares.

Esta nueva coyuntura llevada a cabo por Cisneros llevó a un peligroso caldo de cultivo que se remató primero con el Motín del Albayzín[4] y después la sublevación de la Alpujarras de 1499 en el Reino de Granada. La respuesta a esta especie de intifada fue el bautizo forzado de los musulmanes, la quema de sus libros en la Plaza de Bibarrambla[5] (Granada) y la apropiación por parte de la Iglesia de sus Mezquitas y sus Fundaciones pías (Bienes Habices).

Los mudéjares granadinos se sublevaron durante dos años más en la Serranía de Ronda y las Alpujarras granadina y almeriense se enfrentaron con el Conde de Tendilla. Con victoria desigual para los dos bandos, la rebelión se alargó tanto que al final tuvo que ponerse el propio rey Fernando el Católico al frente de sus tropas y sofocar duramente la rebelión. De particular recuerdo es la llamada “Matanza de Láujar”, cuando 300 niños, mujeres y ancianos refugiados en una mezquita fueron bombardeados y pasados a sangre y fuego.

Después de sofocar los levantamientos, en 1501, Íñigo López de Mendoza, Conde de Tendilla pidió pasar por cuchillo a todos los mudéjares que habían participado en las revueltas, a lo que el rey Fernando le contestó:

"Cuando vuestro caballo hace alguna desgracia no echáis mano de la espada para matarle, antes le dais una palmada en las ancas, y le echáis la capa sobre los ojos; pues mi voto y el de la Reina es que estos moros se bauticen, y si ellos no fueron cristianos, lo serán sus hijos o sus nietos".

Hubo un intento de pedir ayuda a los sultanes de Egipto y de los Otomanos (Bayaceto II). Dos mensajes en forma de casidas recogidas por Al-Maqqarí comentan sus desventuras:

La primera versión para el sultán mameluco de Egipto menciona la quema de los libros religiosos y los castigos infligidos a quienes no asisten a los oficios religiosos. La destinada al sultán otomano recoge las quejas de los granadinos por no poder celebrar el Ramadán y honrar al Profeta sin ser castigados; también denuncia que les hayan cambiado los nombres sin su consentimiento y que los niños estén siendo educados en la idolatría. Ambos textos reflejan asimismo los problemas de conciencia y, sobre todo, los temores y ansiedades de la comunidad morisca. El autor de la casida confiesa que fue el miedo a la hoguera y a la muerte lo que les indujo a fingir que se convertían: “nos limitamos a repetir lo que ellos dicen, sin ninguna intención”, escriben.

Testimonio de aquellos días, como si de una cápsula del tiempo se tratara, se encontró en Cútar (Málaga) escondidos en un hueco de la pared un legajo de pliegos y manuscritos que los arabistas han datado en 1501. Se trataría del material de trabajo de un alfaquí de la época de los Reyes Católicos[6] que incluye un Corán del siglo XIII-XIV y tres libros que serían como un vademécum de derecho islámico, aritmética, casos de fátuas y sentencias, así como un conjunto de zéjeles que lamentan la caída de Al-Ándalus.

Los vecinos del Albaicín que no quisieron bautizarse al término de la revuelta al parecer no fueron los únicos: en las instrucciones que recibe Pedro Mártir de Anglería antes de partir hacia Egipto como embajador, en agosto de 1501, los reyes confiesan: “aun agora sufrimos que están en la dicha çibdad algunos alfaquíes y otros moros, que no han querido ni quieren ser cristianos”. Otra fuente castellana señala que de 1503 al 1 de abril de 1506 se bautizaron 543 individuos en las Alpujarras y fuera de ellas otros centenares.

En 1502, se promulga el Edicto de conversión forzosa al cristianismo, o la conversión o la expulsión. La mayoría optó por quedarse y convertirse, al menos nominalmente.

Los mudéjares pasaron a llamarse “moriscos” y tuvieron que practicar su Islam en secreto hasta su expulsión definitiva en 1609. Esta forma escondida de vida musulmana perduró a lo largo de los siglos XVI, XVII, XVIII ([7]) y todavía en el siglo XIX hay relatos de viajeros que hablan de encuentros casuales con musulmanes escondidos.

2. La literatura aljamiada: Literatura musulmana en la clandestinidad.

Entre el final del siglo XV y principios del siglo siguiente comienzan a producirse los primeros libros de literatura aljamiada. Como mencionábamos al principio, Aljamía es la lengua castellana (o portuguesa, aragonesa o catalana) escrita en alfabeto árabe y presenta una pronunciación y unos vocabularios claramente arabizados que se usa no sólo en literatura sino como lengua vernácula en el día tras día. Incluso se tiene constancia de su uso en la Granada nazarí([8]).

Se usa el alfabeto árabe no sólo para preservar el contenido de unos textos de manera críptica sino para conservar su pasado y herencia mudéjares ya que el alifato es el alfabeto sagrado con el que se escribe el Corán.

La literatura aljamiada es variada y muy miscelánea, con producciones que van desde adaptaciones del Corán, pasando por breviarios de preces islámicas, cuentos, leyendas, tratados de amor y mística (tasawwuf o sufismo), tratados de hechicería y magia e incluso poesía tradicional castellana adaptada a sus necesidades y temas.

Del periodo que nos toca, tenemos que destacar la obra (y vida) del llamado “Mancebo de Arévalo” cuya obra nos ha llegado a través de un libro aljamiado que apareció al derribar una casa en Alcalá de Ebro a mediados del S. XIX. Se trata de la Tafçira del Mancebo de Arévalo, que se conserva en el Instituto de Filología del C.S.I.C.

El Mancebo de Arévalo no debía tener más de veinticinco años[9] cuando redactó su Tafsîra, y en ella nos descubre muchas cosas: Su infancia en esta villa abulense, que su padre fue un musulmán oculto y su madre una conversa. Él fue hafiz (memorizador) del Corán y es probable que estudiara en Salamanca.

Manejaba el griego, el latín y el hebreo.

Dado su conocimiento del hebro y de su cultura religiosa, algunos autores abren la hipótesis de que la familia de El Mancebo de Arévalo no fuera de origen morisco sino judío y covertidos al islam para eludir el edicto e integrarse en la sociedad mudéjar. Sin embargo, como hemos visto, sólo habrían podido disfrutar de tal estatus hasta 1502 en Castilla o Granada y en Aragón hasta 1525, tras las guerras de Germanías, donde los últimos musulmanes mudéjares de Aragón son obligados como sus hermanos castellanos y granadinos a convertirse.

Nuestro Mancebo de Arévalo podría haber sido converso reciente, un caso ún

Su forma de describir los acontecimientos es casi la de un reportero de hoy. En la Tafsira encontramos una brillante semblanza de la vida morisca a principios del siglo XVI, un manual del Islam máliki, un libro de adab (buenos usos y sapiencial) que recoge refranes e historietas, un emocionante testimonio personal de la vida clandestina que comienzan a tener los moriscos tras el edicto de 1502 y un libro de viajes en el que, como en los grabados de aquella época, la figura humana se recorta en el horizonte abierto de los variados paisajes que el joven morisco va recorriendo en busca de la memoria del Islam de Al-Ándalus en peligro de desaparecer.

Perteneciente a la generación siguiente que es testigo de la Caída de Granada, el Mancebo de Arévalo une en su libro el viejo mundo medieval mudéjar y nazarí con el morisco que se desarrolla en los siglos siguientes. En nuestro caso, nos interesa las entrevistas que mantiene con personajes vinculados al mundo nazarí como es Alí Sarmiento (ex imam de la mezquita de Granada), el noble aliado de los RR.CC. Yuçe (José) Venegas o la conocida como Mora de Úbeda.

Todos ellos le transmiten un testimonio de un pasado que se cae a fragmentos, el no cumplimiento de las Capitulaciones y recuerdan la represión por la que hubieron de pasar durante las sublevaciones de 1499-1501 con decenas de muertos entre ambos bandos, mujeres forzadas y otras tantas víctimas llevadas a la esclavitud y a la deportación.

Parafraseando a Unamuno, ellos encarnarán la “intrahistoria” de este periodo. Son personajes con voz propia y auténtica, pero hablan con la voz del pueblo, no a través de las crónicas de los grandes nobles y reyes. Como si de una road movie se tratara, nuestro personaje comienza su particular periplo por distintas regiones de España. Uno de sus puntos de interés es Granada o los personajes vinculados al antiguo reino nazarí. En esta ciudad encuentra a la mística sufí conocida como la “Mora de Úbeda”. Esta mujer, ya muy anciana y casi ciega, vive a las afueras de Granada, en la Puerta de Elvira. Ella misma le cuenta al Mancebo que había trabajado para los reyes nazaríes en su escribanía real. Pero lo interesante de nuestra protagonista es que es depositaria de una rica espiritualidad mística (especialmente de Algacel), toda una excepción en un mundo, el sufismo, predominantemente masculino. En sus encuentros con el Mancebo de Arévalo, la “Mora de Úbeda” se lamenta por la pérdida de la religión y de los “libros santos” en el conjunto social de Granada.

Otro encuentro es el que tiene con Yuçe Benegas.

Este antiguo noble nazarí le acoge en su casa de Granada durante dos meses y le enseña a familiarizarse con el árabe.

En una de sus conversaciones, le dice al joven Mancebo de Arévalo: “Hijo , yo no lloro lo pasado, pues a ello no ay rretornada pero lloro lo ke tú verás si has vida, i atiyendes (te quedas) en esta tyerra, y en esta isla de Eshpaña [...] más aún xerá nuestro addîn [religión] tan menoxkabado ke dirán las yentes ¿a dónde se fué nuwextro pregonar? ¿Qué Se hizo el addîn [religión] de nuwestros pasâdos?. I todo Será krudeza i amargura para kiyen abrá xentido. Bien te parezerá ke lo digo komo apasiyonado, pleg(we) a su bondad [de Dios] ke Sea tan aluwente (iluminadora) mi dicho komo lo es mi deseo, ke yo no querría alcanzar tales llorox. [...] Shi el rey de la konkishta [Fernando el Católico] no guarda fidelidad ¿ké aguardamos de Sus Sucesores?”[10]

Otro personaje vinculado a la Granada nazarí, aunque exiliado a la antigua Alcira de Castillote (Teruel) es Alí Sarmiento, antiguo imam de la Mezquita aljama de Granada. Sarmiento parece ser que fue partidario de los Reyes Católicos durante la conquista de Granada y en recompensa por sus servicios logró un salvoconducto de Fernando el Católico para refugiarse en esta zona de Aragón donde aún podría practicar el Islam libremente junto con su familia. Su prestigio era grande entre la comunidad mudéjar de la zona. Lo que llama la atención es el cambio de apellido por uno cristiano, posiblemente como un paso más para integrarse en la sociedad mudéjar donde era muy normal que sus miembros tuviesen una combinación de apellidos cristianos con nombres islámicos.

Pero no sólo los encuentros se limitan a un contexto islámico y mudéjar-morisco, también aparecen personajes cripto-judíos y hasta cristianos que comprenden y se solidarizan con la situación injusta y abusos que sufren los mudéjares en los reinos hispánicos. Ejemplo de ello es el testimonio de un joven amigo ayudante del Mancebo de Arévalo, el mudéjar Bray (Ibrâhîm) de Reminyo[11]. Bray tiene un encuentro con un fraile aragonés, Fray Esteban Martel, quien es ya un anciano y recibe al joven mudéjar en uno de sus viajes dándole conversación y hospitalidad e incluso como buen anfitrión, una comida adaptada a la cocina halal (reglamentaria) al estilo musulmán: "Acuerdóme del año de nuestra conversión (al Islam, nota nuestra) que un amigo mío muy onrrado, con quien yo tenía grande amistad, y era frayle de los Carmelitas, que se dezía fray Esteban Martel, muy amigo de los moros deste reyno más que a las otras partes, y como supo que nos abían sentensiado para que fuésemos cristianos por fuersa, embióme el amor [¿sic? = ¿a llamar?] con un criado de la casa de su padre, que yo residía en la aljama de Cadrete en aquella sazón. Yo hize luego lo que debía, y llegando a su casa, donde me aguardaba, así como me bio, me hizo gran salutasión, y tomóse a llorar, medio cubierto su senblante, y hízome sentar a su mesa, que era ora de comer, y dióme granadas y confitura de Valensia, y a la postre un pedaso de carne asada, aunque él no la comía, por ser aquél domingo de su pasión. Después de aber comido, entramos en el estudio de la casa de su padre, y con lágrimas me dixo: ¿qué os párese señor Bray, desta comotansa y poca cristiandad que an usado con vosotros? Yo digo de mi parte, con dolor de mi corasón y de mi ánima, que os an echo gran sinrrazón. Yo le respondí que me espantaba de su santidad aber consedido y decretado tal cosa, y respondióme que el Papa no abía consentido en ello, sino que por el decreto Mantuano (navarrismo, por algo “malo, injusto”) nos abían sentensiado y que firmó su santedad la sentensia por engaño de siertos cardenales franseses que conspiraron contra nosotros. Y después de muchas cosas le dixe que abían mirado mal por la onrra de su Dios, y debían bastar los denuestos que le hazían cada año por las calles, y me respondió, más avisado de lo que yo pensaba, diziendo que no éramos en tiempo de grasias, sino de lloros. Y tuvo este amigo tanta compasión de nosotros, que no sesaba yamás delante los perlados y cabildos de argucir y distinar contra todos aquéllos que tal consintieron, y hizo conbocansa con otros muchos para hazer comotansa y redeargucir contra su mayestad y sus asistentes, y lo hiziera, sino que murió de allí a dos meses, y me encomendó le hiziese obsequias si acaso moría, porque le vesité en su enfermedad, y yo lloré su muerte, porque fue muy leal amigo. Y después acá siempre fue nuestro addîn flaqueando, y serraron las mesquidas dentro de tres meses, por lo cual muchos calimes se desayunaron, hasta que fue su duelo reposado, y yo comensé esta obra ocho años después de la dicha conversión, con ayuda de un escolano de buena doctrina, avisado y de largo sarhe; era natural de Arévalo, y dezía que su madre fue cristiana veynte sinco años, y con su ayuda hize lo más desta copilasión, a loor y grasia de nuestro grande y verdadero Allah, señalando algunas aleyas de nuestro onrrado alcorán, de donde se tomó lo más deste conpendio.”

El caso de Fray Esteban Martel viene a revelar que no toda la sociedad española católica estuvo en contra de los moriscos o judíos, incluso en esta época. Podemos hablar de una relativa convivencia, o por lo menos básica coexistencia, entre las tres culturas hasta el punto de desarrollar un espíritu de tolerancia y respeto de unas por las otras en un tiempo dificil.

En los escritos del Mancebo de Arévalo vemos que su Islam se acerca a la espiritualidad hebrea ya que denomina a veces a Alá como “Adonai” en hebreo e incluso se traslada a un contexto cristiano al tener como fuente la “Imitación de Cristo” de Tomás Kempis.

Incluso a mediados del siglo XVI, un morisco sufrirá un proceso inquisitorial cuando admite la validez de todas las religiones como vía de salvación espiritual: «Cada uno se salva en su ley, sea cristiano, moro o judío»

Alí Sarmiento, Fray Esteban Martel, el Mancebo de Arévalo, el anónimo morisco procesado por la Inquisición… son los últimos ejemplos de una España “de las tres culturas” de las que sintieron orgullosos reyes como Alfonso VII o Alfonso X el Sabio pero que sin embargo, comenzaba a perderse a finales del s.XV y principios del XVI para dar paso al capítulo final del legado de Al-Andalus en España: los moriscos, cuya existencia aún habría de perpetuarse por un siglo más, hasta 1609 cuando son expulsados. En este sentido, las palabras de Alí Sarmiento con la que comenzábamos el artículo nunca pudieron ser más proféticas.

NOTAS:

[1] En Granada tenemos ya casos de pleitos entre repobladores y mudéjares granadinos donde se recogen las provocaciones o insultos entre los dos grupos sociales en el día a día, con casos en los que llegan a las manos. La canción “Tu, perra mora”, popular de este tiempo, expresa ese rechazo social con el que se tienen que enfrentar los cristianos nuevos.

[2] Algunos ejemplos en la Sevilla del siglo XV: Doña Fotox, «mora» viuda de un maestro artesano musulmán, quien en 1454 alquilaba una casa al pintor cristiano Francisco López y a su esposa. En 1472, el maestre albañil Cayde Castellano, también «moro», usó su vivienda como garantía para obtener un préstamo de 4 000 maravedíes. La casa en cuestión colindaba con las del bachiller Luis Sánchez, alcalde mayor de Sevilla, y las de Diego López de Saltierra, corredor [intermediario de negocios], ambos a todas luces personajes cristianos. Otros testimonios demuestran que no solo la residencia sino también el trabajo integraba a estas comunidades religiosas en la vida cotidiana: entre diciembre de 1474 y mayo de 1475, las siguientes transacciones, entre muchas otras, fueron registradas en Sevilla: borceguineros musulmanes [fabricantes de borceguíes o botas de cuero de estilo morisco] vendieron su mercadería a zapateros cristianos; olleros cristianos y musulmanes formaron compañías para comprar arcilla de mercaderes cristianos; mujeres musulmanas compraron piezas de ropa a crédito de traperos cristianos.

[3] En el Archivo Municipal de Granada encontramos una carta suya pregonada el 22 de marzo de 1498 en la que castigaba con pena de excomunión a cualquier cristiano que vendiera vino a los mudéjares o comprara carne degollada por ellos, o usara parteras musulmanas o alquilara sus casas a los mudéjares para hacer celebraciones de bodas. De fecha indeterminada, pero sin duda de poco después de la conversión general (alrededor de 1501), es una instrucción hecha por Talavera en respuesta a una petición de los vecinos del Albaicín sobre las prácticas cristianas que debían observar, en las que él aconseja abandonar sus costumbres religiosas incluidos los ayunos, las particularidades alimentarias y cualquier otra singularidad cultural.

[4] Mármol y Carvajal cuenta que la espita fue la obsesión de Cisneros por convertir a los elches, élite mudéjar granadina de origen cristiano. Cuenta que iba en Granada una joven hija de un elche a la que prenden los justicias y el alguacil mayor para llevársela, la chica grita y un grupo de mudéjares acude a defenderla. Durante la trifulca matan al aguacil y la rebelión se expande por todo el Albayzín mientras se gritan consignas coránicas. Durante cuatro días duran las revueltas hasta que se sofocan. El Conde de Tendilla había procurado calmar la insurrección del Albaicín, prometiendo a los descontentos acabar con la causa de sus quejas y observar la capitulación, y como fianza del cumplimiento de esta promesa, dejó en poder de ellos a su mujer y dos hijos. En vez de la regia confirmación de la promesa llegó el anuncio de la ya mencionada resolución de conversión, por lo cual quedaba hollada y rota la capitulación pactada con Boabdil en 1492; sin embargo, los moradores del Albaicín devolvieron al Conde sus rehenes. Se procede a la captura de los asesinos del alguacil que son ahorcados a las afueras como escarmiento.

[5] Sólo se salvaron unos libros en árabe sobre medicina, veterinaria y ciencias agrícolas que ordena llevar a su biblioteca privada en el Palacio Arzobispal de Alcalá de Henares.

[6] La arabista Maria Isabel Calero identifica a este alfaquí como Muhammad b. Alí Muhammad B. Al-Yayyár al-‘Ansarí.

[7] Todavía en una fecha tan tardía como 1727, la inquisición de Granada procesó a unos 300 descendientes de moriscos que practicaban el Islam en secreto.

[8] Como explica el escritor y profesor granadino Leonardo Villena, tras la Conquista de Granada, mientras el Gran Capitán y Aben Comixa visitan el Albayzin le dice el castellano al noble nazarí: “Habladles en cristiano porque aquí todos hablan aljamiado”.

[9] Hay quien dice que tenía unos 18-20 en aquel tiempo.

[10] El texto completo según versión española moderna sería este: (Traducción de Valera) «Bien sé, hijo mío, que los sucesores de Granada te lastiman el corazón; pero no te maravilles si hablo de ellos porque no pasa un solo instante sin que me estremezcan lo íntimo de mi ser, ni un solo día en que no destrocen mi corazón. Nadie ha llorado jamás infortunio mayor que el de los hijos de Granada. No dudes de mis palabras, pues yo soy uno de ellos y fui testigo de vista. Yo vi con mis propios ojos cómo todas las nobles damas, así casadas como viudas, fueron cubiertas de ultrajes, y que más de trescientas doncellas fueron vendidas en público mercado. Yo mismo perdí tres hijos. Los tres murieron en defensa de la fe. Mi mujer y dos hijas me fueron arrebatadas, y sólo me quedó para consuelo esta única hija, que entonces tenía siete años. Me he quedado solo y como desterrado en el mundo. Cúmplase la voluntad de Dios. Así me conceda la gracia de llevarme pronto de aquí. ¡Oh hijo mío! No lloro yo por lo pasado. No conseguiría, llorando, que no hubiera pasado. Lloro por lo que has de padecer si quedas con vida y permaneces en esta tierra, en esta isla de España. Permita Alá, merced a la santidad de nuestro reverenciado Corán, que mi predicción no se cumpla, que no salga verdadera como la veo ante mis ojos. Pero todavía ha de venir tal oposición sobre nuestra religión, que preguntarán los nuestros: ¿Qué es de la voz que nos llamaba a orar? ¿Qué de la fe de nuestros antepasados? Todo para quien tenga sentimiento ha de ser tristeza y luto, y mayor dolor es pensar aun que los musulmanes serán como los cristianos y no desdeñarán sus trajes ni repugnarán sus comidas. No consienta al menos el bondadoso Alá que acepten sus obras y que reciban en el corazón sus creencias religiosas».

[11] Hablamos de “mudéjar” y no de morisco porque estamos en Aragón antes de 1525 que es cuando se proclama el edicto de conversión al cristianismo de todos los musulmanes de la Corona de Aragón.

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