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EL “AUTO DE LOS REYES MAGOS”: LA PRIMERA OBRA TEATRAL ESPAÑOLA.


Escena I]

[Caspar, solo]

¡Dios criador, qual maravila!

no sé cual es achesta strela

agora primas la he veída

poco tiempo ha que es nascida

Nacido es el Criador

Que es de la(s) gente señor.

Non es verdad, non sé qué digo

Todo esto non vale un figo

Otra nocte me lo cataré (miraré)

Si es vertad, bine lo sabré.

Así comienza, con la Escena I y el monólogo del Rey Gaspar, el texto de la que es considerada por filólogos y estudiosos de la Literatura Española de la primera obra de teatro conocida en castellano.

Descubierta a principios del siglo XX por un Canónigo en la Catedral de Toledo, y puesta a disposición del lingüista y medievalista Menendez Pidal para su estudio y edición, tenemos la que está considerada la primera obra de teatro en lengua castellana, la que Pidal nombró como “Auto de los Reyes Magos”.

El manuscrito está datado hacia 1170 y fue copiado al final de unas páginas sobrantes del códice de la Biblioteca Nacional de Madrid vª 5-9, que contenía unos comentarios a unos textos bíblicos.

Aunque su creación dataría de fines del siglo XII, la versión que nos ha llegado tiene letra de principios del siglo XIII y según Pidal y otros estudiosos, el manuscrito procede de la Catedral de Toledo.

El escrito consta de 147 versos de métrica variada que nos han llegado hasta la actualidad incompletos (al llegar a la escena Vª se corta abruptamente).

El texto dramático está escrito como si fuera prosa y hay que atribuir a cada rey sus diálogos para adaptarlo a los modos teatrales actuales.

Como personajes aparecen los tres reyes magos, Herodes y dos rabinos (rabís) junto a un mayordomo de Herodes que no habla y hace de comparsa. Escénicamente se trata de personajes que se moverían poco en un espacio posiblemente con varios niveles y cerca del altar.

1) LA LENGUA DEL “AUTO DE LOS REYES MAGOS”.

Lingüísticamente, es un castellano con rasgos fonéticos que apuntarían a un origen franco (quizás gascón) del clérigo que lo escribió aunque por otro lado, podemos ver que se escribe en una lengua general comprensible para los distintos colectivos que habitaban el Toledo de finales del XII. Recordemos que por esta época la Toledo cristiana estaba formada por mozárabes, ibéricos autóctonos y repobladores de origen franco que llegaron allende los Pirineos con el avance de la Reconquista hacia el Sur y la consolidación del llamado “Camino Francés” hasta Santiago de Compostela. Junto a ellos coexistirían una minoría mudéjar musulmana y otra judía. Sin embargo, a lo largo del siglo XX, distintos estudiosos le han atribuido diversas influencias a este castellano particular: Rafael Lapesa se inclinó por una procedencia gascona; José María Solà-Solé defendió una influencia básicamente mozárabe y Maxim Kerkhof, catalana.

Un interesante apunte filológico desde la arabística es una palabra que nos ha llamado la atención dicha por uno de los personajes, el “RABÍ (RABINO) 2”. El texto dice así:

[OTRO RABÍ]

(Al (RABINO) 1.º)

Hamihala, ¡cúmo eres enartado!

¿Por qué eres rabí clamado?

Non entendes las profecías,

las que nos dixo Jeremías.

¡Par mi ley, nos somos erados!

¿Por qué non somos acordados?

¿Por qué non dezimos vertad?

El texto sigue la tradición medieval de poner en labios de un judío , especialmente de un rabino, el reconocimiento de sus propios errores religiosos frente a la religión cristiana sin duda con un afán ejemplarizante. Y entre estos versos del RABÍ 2 vemos un posible arabismo “Hamihala” que podría ser una transcripción de la frase árabe “Al-hamdu Li-l-Láh” (Loado sea Dios) o quizás de “Sami´a Allah” (Que Dios te oiga). Ello además de añadir un rasgo exótico al lenguaje del judío, también recoge el habla de aquellos tiempos. Los judíos de esta época en Toledo hablaban árabe al igual que los mozárabes y el uso de expresiones en esta lengua semítica como la posible en este caso indicaría no sólo un habla cotidiana sino una finalidad de acercarse a todas las comunidades que componían la Toledo cristiana. Este uso de expresiones árabes no es el único caso, tenemos por ejemplo en "La Razón de Amor" el uso de "alauut" (del árabe "´alà wudd", con amor) equivalente a "por favor".

2) ANTECEDENTES E INFLUENCIAS DEL “AUTO DE LOS REYES MAGOS”.

La posible fuente o inspiración de este texto dramático serían varias: Por un lado, sería una adaptación castellana del género conocido como “Ordo Stellae” cuyos antecedentes lo encontramos en los tropos y en un manuscrito anterior a nuestro Auto castellano:

el Misterio de los Reyes Magos, hallado en un códice del año 1060 que se conserva en Nevers localidad francesa que forma parte del recorrido del Camino de Santiago en tierras galas, escrito en una lengua que mezclaba el latín y el romance popular.

La otra fuente sería la argumental, y provendría de los Evangelios apócrifos traducidos del francés y basados a su vez quizás, en tradiciones cristianas orientales también apócrifas, especialmente el llamado Evangelio Árabe de la Infancia o algunas armenias, donde se nos hablan de los “sabios de Oriente”, que son los tradicionales que han llegado hasta nosotros. Su atribución a Oriente fue obra de Tertuliano. Señalar como curiosidad erudita, que Oriente en ciertos círculos iniciáticos y místicos del mundo antiguo es el lugar donde nace el Sol, y de la Luz en general. Simbolizaba por entonces lo espiritual, la Sabiduría y así lo creía por ejemplo Avicena en un contexto sufí islámico.

Como lugar de poder Oriente es además, donde ocurre el Nacimiento de Jesucristo, portador de una Sabiduría nueva que viene a alumbrar al mundo y a Occidente además de ser en el calendario el triunfo de la Luz sobre las tinieblas del invierno. Los sabios, al provenir de Oriente, traen este bagaje de conocimiento y sus antiguas tradiciones astronómicas e iniciáticas.

Muy posiblemente, el intercambio cultural y comercial que aún se daba entre Europa y Tierra Santa contribuyó a la difusión de estas leyendas y tradiciones sobre los Sabios de Oriente.

Casi coetáneo a nuestro Auto, fue la llegada de las reliquias de los Tres Reyes Magos a Europa. Tomadas en Milán por el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Federico Barbarroja, fueron donadas al Arzobispo de Colonia, Reinaldo de Dassel en 1164; y ya desde finales del XII y principios del XIII, reposaron en un lujoso relicario dorado que fue objeto de una gran devoción y piedad populares.

No podemos vincular nuestro Auto a lo que fue esta entrega, a falta de documentación oral o escrita de esta época, pero no deja ser interesante por la cercanía cronológica y porque pudo suponer un “revival” del tema de los Reyes Magos del que se hizo eco el autor del manuscrito castellano, pero esto es ya entrar en los territorios de la conjetura.

3) “TRES QUE ERAN TRES”: ¿Magos, sabios o reyes?

Hasta entonces los Reyes Magos oscilaban entre uno e incluso 60 ó 70 de ellos tal como recogen algunas fuentes cristianas coptas en Egipto. Sin embargo, tres parece ser la fuente más probable dado que ya Origenes (s.III) habla de este número, asociándolo a los tres dones que recibe el Niño Jesús. En arte, tenemos manifestaciones tempranas de estos tres sabios de Oriente tanto en la iconografía tardoantigua (o altomedieval) como en el mosaico bizantino de San Apolinar el Nuevo de Rávena (siglo VI) donde aparecen los tres personajes con su nombre por vez primera y vestidos al estilo persa, con gorros frigios.

Si nos fijamos hay un detalle interesante en estas representaciones desde Rávena hasta el gótico, los Reyes Magos entregan sus presentes con las envueltas entre las mangas de sus ropajes, siguiendo una ancestral costumbre de respeto a los reyes y personajes ilustres datada la Persia aqueménida que luego pasó a Grecia y Roma y de ahí a Bizancio primero y luego al arte románico.

Las manos se velaban porque se creía que los objetos sagrados quedarían profanados si eran tocados con las manos desnudas y “sucias”; con un lienzo entre la mano y el objeto se mantenía la pureza sacra

Con frecuencia eran los propios ropajes los que servían para velarr las manos pero en algunos casos se utilizaba un paño llamado “fanonibus candidis.”

Jesucristo es una personalidad sagrada y como tal merece el mayor de los respetos y la donación de unos presentes con un protocolo digno de reyes.

En “El Auto de los Reyes Magos” además de mencionar el recibimiento de estos dones que recibe el Niño Jesús, suponen una especie de prueba de fuego que demostrará la divinidad del recién nacido:

"Si fuese rey de terra , el oro querrá

si fure omne mortal, la mir[r]a tomará

si rei celestial, estos dos dexará

tomará el encenso quel[e] pertenecerá"

Mencionar además que desde antiguo, “Mago” (magós, magói en griego) hacía alusión a los paganos de Oriente, a los adoradores del fuego de origen zoroastriano, los fieles a Mitra o los Sabeos. Los sabeos fueron un pueblo del Sur de la Península de Arabia que fueron adoradores y conocedores de los astros y planetas y como comerciantes controlaban las rutas caravaneras del comercio de la mirra y el incienso, curiosamente dos de los dones del Evangelio.

No sabemos si la tradición de los tres regalos mencionada en el Evangelio y en esta obra teatral tiene su parangón con las ofrendas (también oro, incienso y mirra, entre otras) realizadas a Ahura Mazda en un contexto persa o nos remite a un origen sabeo para nuestros Sabios de Oriente pero el paralelismo es muy similar.

Posteriormente, en un contexto musulmán, “mayus” sería cualquier pagano o adorador de imágenes, por ejemplo ese nombre lo recibieron los vikingos que asolaron las costas españolas durante el Califato de Córdoba, en Al-Andalus.

En la obra a nuestros tres personajes insignes se les llama “estrelleros”, esto es, astrólogos o sabios, pero no se les da el tratamiento de “Reyes” como hacemos hoy en día. También se les llama con profesiones conocidas por los entonces espectadores toledanos del siglo XII que verían la obra tales como “abades” o “gramáticos”.

No sabemos si existieron como personajes reales, tan sólo habría una posibilidad histórica y sería Gaspar, quien según algunos estudiosos se asimilaría a Gondophares, rey indio indo-parto, cuyo nombre fue traducido al armenio como Gastaphar, y desde ahí se difundió en Occidente como Gaspar. Este rey aparece en las llamadas “Actas de Santo Tomás”.

4) “EL AUTO DE LOS REYES MAGOS” EN EL CONTEXTO TEATRAL E ICONOGRÁFICO MEDIEVAL.

Por último decir que nuestro “Auto de los Reyes Magos” entronca con una tradición teatral que existía no sólo en España sino en Europa y que parece haberse originado en ambientes eclesiásticos. Se cree que las celebraciones teatrales navideñas datan de por lo menos el siglo IX en Europa, arrancando con los llamados tropos, piezas musicales dialogadas que acabaron incorporando pequeñas representaciones escénicas del tema que la pieza desarrollaba. Estas se escribían en latín. Restos de estos tropos y dramas litúrgicos en latín y para un contexto hispánico, los tenemos en Cataluña (del siglo XI y XII) donde se implanta el ritual católico franco-romano, y más tardíos los del "Ubi est" y "Ora est", en Santo Domingo de Silos y Santiago de Compostela.

En un contexto navideño aparecen la ya mencionada “Ordo Stellae” o Ciclo de la Epifanía del que se nos conserva en Europa 24 textos recogidos, de los que doce estarían completos y se datarían entre los siglos XI y XIV (nuestro Auto de los Reyes Magos sería uno de ellos) y el llamado “Officium Pastorum”, que trata sobre la aparición del ángel que anuncia la Natividad de Jesús y la adoración de los pastores. De esta segunda tenemos constancia en Coimbra de una pieza .

El arte románico parece reflejar cierta influencia de estas puestas de escena litúrgica y así lo cree el doctor en Historia Julio I. González Montañés en una investigación sobre el teatro medieval y su repercusión en el arte de la época.

Montañés desmonta la tesis del historiador francés Mâle de que gran parte de la escultura y pintura medievales alusivas al tema de la Epifanía y otros, se basan en estas "puestas en escena" litúrgicas, pero al mismo tiempo defiende que ciertos aspectos solo son explicables teniendo en cuenta la influjo de estos dramas litúrgicos sobre los artistas. Uno de estos aspectos es, precisamente, la presencia de cortinas como fondo en la escena,"recuerdo de las que en el teatro litúrgico ocultaban la imagen de María con el Niño hasta el momento de mostrarla a los Magos o a los Pastores".

Aunque "El Auto de los Reyes Magos" no lo escenifica, otras obras europeas como elDrama de los Pastores de Rouen o en el Drama de Padua las parteras muestran el Niño a los pastores abriendo una cortina. En los dramas litúrgicos navideños de la zona de Vich son los diáconos los que retiran la tela al tiempo que cantan el Adest hic parvulus.

Otro detalle interesante que sigue aludiendo Montañés y que entroncaría con estas representaciones en arte, es la existencia de una posible escenografía basada en el uso de arcos construidos específicamente como decorados para estas dramatizaciones y que los artistas luego plasmarían en sus obras escultóricas y pictóricas. Curiosamente, estos arcos aparecen en las representaciones relacionadas con la Natividad de Jesús y sus personajes colaterales, entre ellas el ciclo de la Epifanía que nos ocupa. Entre estos arcos vemos muchas veces posibles edificios que habrían situado al espectador en una ambientación o espacio dramático imaginario de estas historias de la Natividad.

Para Castilla, no sabemos cómo sería esta escenografia pero tenemos menciones de esta actividad litúrgico-teatral en el siglo XIII en las disposiciones que Alfonso X dicta en “Las Partidas” y que regulan dónde podían y en qué obras participar y no los clérigos castellanos, prohibiendose por ejemplo las parodias teatrales (juegos por escarnio) y sí tolerándose las representaciones navideñas en los templos como aquí aseveran:

Los clérigos [...] non deben ser facedores de juegos por escarnio porque los vengan a ver

las gentes cómo los facen [...] nin deben otrosí estas cosas facer en las

eglesias, ante decimos que los deben ende echar deshonradamientre sin pena

ninguna a los que los fecieren[...] pero representaciones hi ha que pueden los

clérigos facer, así como de la nascencia de nuestro señor Iesu Cristo.

Alfonso X, Siete Partidas, I, título VI, ley XXXIV.

Parece claro que estas obras dramáticas navideñas se representaban durante las misas o como complemento a éstas, pero salvo “El Auto de los Reyes Magos” solo tenemos constancia documental por fuentes indirectas no conservándose nada hasta Gómez Manrique, en época de los Reyes

Católicos, que escribe su Representación del Nacimiento de Nuestro Señor (1476) (ésta para ser representada en ambientes cortesanos) y que junto a otra pieza de temática navideña anónima escrita en Burgos, el Auto de la huida a Egipto (hacia 1500), componen las manifestaciones teatrales navideñas más tempranas que conocemos. Parece también que en la corte de Isabel se representaron momos de tema navideño.

Sin embargo, a tenor de lo que legisla Alfonso X, es más que probable que hubieran obras navideñas representadas en iglesias o fuera de ellas tanto por clérigos como por legos entre los siglos XIII al XV que sin embargo se nos han perdido. Quizás algún día nuevos descubrimientos den con ese eslabón perdido entre el Auto toledano y Gómez Manrique.

5) REPERCUSIÓN DE “EL AUTO DE LOS REYES MAGOS” EN LA ACTUALIDAD.

Hace unas décadas, esta obra ha sido adaptada al castellano en una nueva versión por Odres Nuevos y vuelta a poner en escena por distintos grupos teatrales, tanto amateurs como profesionales por toda la geografía española. Lugares como Tábara, Paredes de Nava, Gáldar, Villena o

Colmenar de Oreja la han recuperado junto a la tradicional Cabalgata de Reyes formando parte de su programa tradicional navideño y en otros casos, se ha adaptado como "auto sacramental" por autores locales teniéndose constancia de sus representaciones desde el siglo XIX o principios del XX.

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